jueves, 29 de julio de 2010

SIEMBRA

Sellada por la escarcha
bajo una lápida de tierra
tres veces mas alta que su frente
descansa ya en paz
la arveja

su verdura redonda se envanece
en recónditas humedades
siguiendo calores minúsculos;
sin lápiz
calculadora o agenda
comienza a trabajar la arveja

A martillazos de sol
y yunque de diluvio
al ondulado ritmo
de su propio canto
bañada en esperanza humana
asoma poco a poco
sus orejas

por entre platinos
del riego tendido y las acequias
cielo y reflejo
en la sonrisa de un viejo regador
alarga sus zarcillos,
y avergonzadas mariposas
el ángel verde de la arveja

y en el picaporte de la loca primavera
sol de octubre
al rayo de la codicia
pletórico de tierna munición
ajeno a toda estrategia
rinde su cabeza humilde
sin presentar batalla
un nuevo e incontable
ejército de jóvenes arvejas