Bajo la sombra justa
de la hora del hibisco
con un par de brotes reclinados
contra el balcón
del ocio y de la arena
siento en mi frente la aspereza dulce
de la ola que muere y se retira.
La hebilla de la conciencia
baila suelta y vagabunda
entre brisa y reflejos ebrios
que tropiezan con el ritmo
de un reloj que ya se duerme
en un dulce calambre
detrás de mi cabeza
y al fondo de mis ojos
El sol cansado
El sol cansado
se acuna en vitrales de agua
Los dedos de mis pies
se reparten y amasan la soledad
y el peso del instante
La presión del regreso y del mañana
me sale por los oidos
y se hace ventana
donde se acoda la vida
nada más que a perder el tiempo
