sábado, 25 de agosto de 2007




La condenación del hombre, es que en medio de sus tragedias no ve el horizonte de su gloria.

La apoteosis del zorzal, es que en medio de su gozo, no logra identificar su sima de tragedia.

Yo siempre he optado por ser tan irreductiblemente humano como para moverme siempre hombro a hombro con mi propio exterminio.
Necesito azorzalarme. Y lo haré.

Pero con pavor de que una caida desde mi zorzalesco cielo a mi profunda humanidad me termine haciendo polvo y ceniza.

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